Georgina Bardach, la nadadora que a los 21 años conquistó una medalla de bronce en Atenas 2004, dejó la natación por la música. En una entrevista con Olé contó todo sobre su vida.
«¿Un sueño? Tocar en una banda de rock». La que habla no es una estrella del mundo musical ni una guitarrista super conocida. Es Georgina Bardach. La nadadora cordobesa que a los 21 años obtuvo una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. La misma que reconoce que se aburre rápido y le gusta probar cosas nuevas, la que simpatiza por Belgrano de Córdoba y también por River.
La primera vez que compitió en natación fue a los siete años, en ese momento también jugaba al tenis y al hockey, pero la invitaron a competir en el agua y dejó la raqueta y el palo para ponerse el traje de baño. A pesar de que en su debut lo único que obtuvo fue una descalificación porque no conocía bien la reglamentación de la competencia, decidió sumergirse en este deporte.
Habitualmente se habla de lo difícil que es para los jugadores de fútbol afrontar el retiro y lo mucho que les cuesta adaptarse a la nueva vida sin los botines bien ajustados, pero ¿qué pasa cuando cumplís tu objetivo con tan sólo 21 años? ¿qué sigue después? «Psicológicamente no tenía idea de lo que iba a pasar después, fue bastante raro. Por ahí me jugó en contra haberlo hecho tan chica. Ya había hecho todo lo que me había propuesto y era muy joven», analiza. Georgina reconoce haber sido muy exigente con ella misma y haberse puesto mucha presión, pero considera que el acompañamiento familiar fue fundamental y en su caso también tuvo la suerte de contar con el apoyo escolar para no tener que dejar los estudios mientras competía. «Se ve mucho en los padres que quieren tener un Ginóbili o un Messi y no entienden que en realidad el deporte tendría que ser una forma de educar a los chicos e inculcarles valores», asegura.
Georgina es una mujer fuerte e independiente que le gusta animarse a probar cosas nuevas y la curiosidad es su motor principal. Durante su etapa como competidora conoció mujeres ejemplares: «Al crecer en un ambiente en el que tenés que ser fuerte, nunca vi a la mujer como menos, yo tenía ejemplos de mujeres muy fuertes». La maternidad también es un tema importante a decidir en la vida de las deportistas ya que implica alejarse por un tiempo de la competencia, pero ella cree que es posible: «Hay varios ejemplos de que se puede, pero es una decisión porque perdés más de un año y no sé si todas están dispuestas a eso».
Si el día tuviera un poco más de 24 horas ella estaría agradecida porque tal vez así llegaría a hacer más cómodamente todas las actividades que quiere. Su día arranca a las 5.30, va al gimnasio, después a trabajar y finalmente a estudiar en búsqueda de la Licenciatura en Comunicación Institucional. Su empleo en la Agencia de Deportes de Córdoba le permitió comprender la competencia desde otro lugar: «Siempre renegaba de las partes dirigenciales, hay cosas que no se pueden hacer porque no hay recursos, pero me sirvió para entender. Me encantaría lograr tener una pileta de 50 para que puedan entrenar dentro del estadio».
La natación sigue en su vida, pero se sumerge sólo por placer y para relajar, ya no para competir. A pesar de que realice muchas otras actividades cualquiera que escuche el nombre Georgina Bardach dirá automáticamente: «Ah, la nadadora». Algo que a ella le costó mucho trabajo aceptar: «Ahora estoy aceptando la etiqueta, después de trabajarlo en terapia, odiaba que me dijeran ‘ah vos sos la nadadora’. Tengo muchas facetas, pero creo que va a ser parte de mi vida siempre».
Dejó el traje de baño y la gorra para pileta, apretada y tensa, y los cambió por el bajo. Una amante de los Red Hot Chilli Peppers, Illya Kuryaki y Gustavo Cerati que reconoce tenerle miedo a tocar en público: «No me animo, me da vergüenza. Es por el temita ese de la exigencia», confiesa entre risas. Desde los 13 años que quería tatuarse y en su casa no la dejaban, así que cuando cumplió 18 comenzó con los dibujos por el cuerpo y hoy ya no sabe cuántos tiene. La historia y la literatura también la apasionan y gracias a la costumbre de su mamá de regalar libros para Navidad y cumpleaños se volvió una fiel lectora. El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, es su preferido. Entre River y Belgrano de Córdoba, los Peppers, los tatuajes, el trabajo, el estudio y la Comunicación Institucional, la simpatía y la audacia, ah y la medalla olímpica, Georgina debería quedarse tranquila que la simple etiqueta de nadadora le queda chica.